
Los siglos XIX, XX y ahora el XXI, siguen mostrándonos el proceso de las mismas luchas, de los mismos sacrificios de obreros, trabajadores y campesinos por un mundo nuevo, por un mundo mejor y en contra del sistema capitalista que sigue oprimiendo a los pueblos del mundo.
La doctrina inmortal del marxismo alumbró los combates en los tiempos de Marx y Engels. El siglo XX, se coronó con amplísimos triunfos revolucionarios en la vieja Unión Soviética y la China Popular. Corresponde al siglo XXI, el triunfo definitivo del socialismo sobre los escombros del sistema capitalista.
La crisis que agobia el capitalismo es combatida únicamente por la fuerza bruta del imperialismo que se ha convertido en una inmensa máquina de aplastar a los pueblos con armas sofisticadas proporcionadas por la ciencia que ha sido confiscada por los “dueños de la guerra”.
El sistema se sostiene actualmente sólo por su fuerza militar. Los corifeos del sistema ya no pueden hablarnos del mercado como regulador natural de la vida social, económica y política. Las previsiones de Marx se cumplen irremisiblemente, empero no es ni será posible el “derrumbe” del sistema. Habrá que, de todos modos, echarlo abajo por la lucha de los pueblos.
Decimos que todo el sistema capitalista se estremece en medio de una crisis terminal. Uno a uno los países del centro capitalista se debaten en profundas recesiones y bancarrotas financieras y presupuestarias, los ejemplos más notorios son Grecia, Islandia, los países bálticos y los países de la vieja Europa oriental que sufren en carne propia el error mayúsculo de haber restaurado el capitalismo.
En América Latina, el viejo patio trasero del imperio, ha dicho basta y se dirige hacia una independencia total de la llamada globalización. Sin embargo, frente al despertar de los pueblos de nuestra América, el imperio ha vuelto a sus viejas andadas y está implementando una política agresiva que pretende construir los “protectorados”, uno de los cuales ya es la Colombia ocupada, otro protectorado es Honduras, convertida otra vez en base de agresión a los pueblos de América Central.
Nuestra América Latina, en líneas generales se ha dividido claramente en regimenes que con todos los errores que se puedan señalarse, combaten a su manera y posibilidades al Imperio, esos gobiernos son los de Venezuela, Bolivia, Cuba. Nicaragua y en menor medida Ecuador y otros. Al frente están los protectorados de Colombia, Perú, Honduras y Panamá. La lucha de clases internacional se pone al rojo vivo y eso constituye no un defecto, sino algo muy importante.
En el plano internacional, las fuerzas revolucionarias se despliegan en el Asia milenaria con nuestros camaradas naxalitas de la India que ocupan vastos territorios liberados en varios estados de ese país continente. Igualmente nuestros camaradas de Nepal, con todos los defectos que puedan señalarse, han dado testimonio de la invencibilidad de la guerra popular prolongada. Lo mismo ocurre en las Filipinas revolucionarias y también en la Turquía del Ejército Popular.
En nuestro país, el proceso de cambio parece haberse detenido y si somos honestos no podemos menos que hacer conocer nuestra profunda preocupación frente a la avalancha de la derecha que está infiltrando el proceso, a los movimientos sociales, al Movimiento al Socialismo, al gobierno e inclusive al gabinete del presidente Morales.
¿Cómo no vamos a estar preocupados, cuando conocemos por experiencia propia que todos los grandes triunfos revolucionarios del mundo fueron revertidos, PRECISAMENTE por el entrismo de la derecha, los conservadores y los fascistas en cada uno de esos grandiosos procesos revolucionarios?
Los comunistas revolucionarios señalamos con precisión las grandes debilidades del proceso. En primer lugar el desborde del regionalismo más retrógrado que se ve estimulado por la política “autonomista” que como un caballo de Troya fue incrustado por la derecha en el proceso de cambio. Las autonomías departamentales dividen a los departamentos, las autonomías regionales, municipales dividen a las provincias y así sucesivamente. Nunca hemos estado de acuerdo con todo el sistema autonómico que regirá el futuro del país. Gracias a este tipo de autonomías tenemos ahora los conflictos entre Potosí y Oruro, entre las provincias, entre las circunscripciones ya así sucesivamente hasta el infinito.
En segundo término tenemos el atrabiliario indigenismo que contrariando al marxismo-leninismo estimula el racismo al revés y la separación entre indígenas y no indígenas, dejando de lado la distinción de clase que es una diferencia científica. El indigenismo a ultranza es esgrimido por algunos sectores que hacen causa común con el racismo anglo-sajón que igualmente propicia la división de la Patria.
Igualmente se ha desatado un feminismo anacrónico que sostiene la igualdad mecánica de los géneros, cuando el marxismo entiende que todo los hombres y las mujeres en el mundo futuro del socialismo con absolutamente iguales y tienen las mimas obligaciones y los mismos derechos. Pueden, pues, eventualmente la mujeres tener mayoría numérica, empero, anacrónicamente, ¿serán entonces los hombres los que pidan el 50% de participación?
Este primero de mayo debe iniciar un esfuerzo para enmendar rumbos sobre todo ideológicos. Volver a los principios inalienables del PARTIDO REVOLUCIONARIO, DE LOS SINDICATOS COMO ESCUELAS DE FORMACIÓN POLITICA E IDEOÓGICA Y FINALMENTE A LA DOCTRINA INMORTAL DEL MARXISMO-LENINISMO.
¡¡Gloria el Primero de Mayo 2010!!
¡¡Gloria a los mártires de Chicago!!
¡¡Salvo el poder, todo es ilusión!!
Por el Comité Central del
Partido Comunista
(Marxista-Leninista-Maoísta)








